Reseña

En los seis cuentos largos que componen Los claveles de Tolstoi, Guillermo Ruiz Plaza hace gala de una poderosa habilidad para llevar a los personajes hasta ese temible filo de la existencia tan parecido al abismo nietzscheano, allí donde la sinceridad es la única redención. Es difícil sustraerse no solo a la epifanía que promete cada relato, sino a esa mezcla de horror y nostalgia por el siglo XX, cuando la utopía política aún podía darle sentido a una vida o dotarla de una débil fuerza desquiciada capaz de enfrentar lo colosal. Cuentos como “Bravo” y “Weber” nos invitan a mirar nuevamente las grandes tragedias humanas que engendraron las ideologías y los fundamentalismos del siglo pasado (y a cuyo siniestro revival asistimos hoy azorados). Aquí encontramos relatos de dictaduras, de universitarios sacrificados, de novelistas impostores –quizá todo escritor sea eso, una Scheherezade apócrifa que ha hecho de la impostura un arte–, en fin, de hombres y mujeres en éxodo atravesados por las historias de sus propias naciones.
Sin embargo, no todo es vendaval nostálgico en este magnífico volumen de Ruiz Plaza: en estas páginas nos aguarda también una poética contemporánea del amor, de su imposibilidad y sus altas renuncias. En “El depar”, “Rosana” y el cuento que da título al libro, las parejas buscan lugares inalcanzables, fantasmas de sí mismos que se escurren en los barrios de las grandes ciudades y hacen de su dolor personalísimo una muestra indiscutible y universal de nuestra especie. Guillermo Ruiz Plaza parece seguir con hidalguía y talento el rastro más fino de la gran literatura del Boom y apostar con todo por su renovación.