Copajira en la memoria
Autor: | Santos Isnado, Alan |
¿A qué huele la copajira? A tierra húmeda, a azufre, a interior mina, a fuerza y, a veces, a dolor. Tan común para quienes viven de la minería, sus tonos crema, amarillos y terrosos, pierden familiaridad a medida que se aproximan a las ciudades, se diluyen, casi silenciando el sonido estremecedor del goteo en medio de la oscuridad de los túneles. Este libro de cuentos, así, remite a la copajira y a la multiplicidad de aromas, vivencias, colores y ausencias que evoca. A las historias de personajes atrapados en una suerte de irrealidad maravillosa que construye un universo propio en donde seres humanos, animales, espíritus y deidades andinas conviven en equilibrada cotidianidad.
Copajira en la memoria, de Alan Santos (Alan Buendía para los amigos y fans “obelípticos”), funciona casi como una invocación, pues invoca al tío, a los Sathas, a los espíritus de familiares ausentes. Pero también inserta entre sus páginas historias no menos fantásticas. Cuenta la visita extrañísima del Bolshói a un campamento minero. Habla de historias fuertes sucediendo en un contexto político complicado (léase dictadura). Cuenta la historia de una iglesia –sobrenaturalmente– inconclusa. Se aproxima a la vida de los perros pastores, criados tan a la buena de Dios como a la buena del Tío. Y explora también lo irreverente, a través de historias como la del Pelucas o la impresionante historia de la Chaleca, una cabra “loca hasta para ser una cabra”.
A través de las páginas del libro nos sumergimos, más que como lectores como participantes, en un mundo muy bien construido. Un mundo que coquetea –aunque se niega a acoplarse del todo– con la tradición de la narrativa minera y que prefiere apostar más bien por un trabajo impresionante en el ritmo narrativo y en la construcción de los personajes. Algo hay en estos cuentos que hace pensar en el Rulfo cuentista, sin omitir esos leves susurros de los testimonios de Poppe y de los textos políticos de Oscar Soria.