Reseña

Antes de que dos paramilitares irrumpan en su buhardilla paceña, Jairo León, estudiante universitario y narrador en ciernes, recuerda obsesivamente la noche amazónica en que don Felipe Lens, hacendado letraherido, le refirió la vida escandalosa de Faustino Figueroa: un singular escritor boliviano a quien tuvo la suerte de acompañar en el París de los años 50 y 60, cuando la capital francesa era el centro cultural del mundo.
Figueroa, guiado por una intuición artística atípica y rodeado de figuras clave de la posguerra como Camus, Michaux y Cioran –con quienes entabla amistad–, produce una obra polifacética y paradójica hasta convertirse, según la visión de su fiel amigo, en “el hombre tocado de viento” (expresión que, desde luego, remite al “hombre de las suelas de viento”, como Verlaine definiera alguna vez a su admirado Rimbaud).
Así, tanto para el joven León como para el maduro Lens, la vida y la obra de Faustino Figueroa se revelan como un ejemplo de valor, un símbolo que debería ayudar a cada uno a enfrentar su propia muerte.
Con espíritu lúdico, con humor y poesía, esta novela chispeante de Guillermo Ruiz Plaza funciona como una caja de resonancia en la que los sueños y las pesadillas del arte moderno, enfrentados a la violencia ciega de la Historia, se agitan como sombras chinescas sobre el trasfondo de la nada.