Reseña

Canta Joaquín Sabina que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Armando Tejada Gómez, sin embargo, escribió mucho antes que “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”. La lectura de este libro nos confirma en la sospecha, fraguada por los años, de que no sólo conviene, sino que corresponde volver los viejos sitios y a los viejos tiempos en que amamos la vida y la vida nos amó. En rigor, no volvemos a un ‘allí y entonces’ sino a las memorias vívidas de esos sitios y esos tiempos; memorias que nos constituyen y que, en caso de no dejarlas escritas, se escurrirán como el agua entre las manos de un sueño.
Es que somos lo que recordamos. Virginia Samos lo sabe y por eso, al compartir sus recuerdos con los lectores, incluyendo a las nuevas generaciones, contribuye a evitar que la identidad colectiva del Sucre de ayer, nuestro Sucre, se diluya. Una identidad tejida por nombres, sitios, situaciones, costumbres e inocentes anécdotas, que nuestra autora revisita y rescata del olvido, haciéndonos sentir en casa, niños -felices- otra vez.
En suma, en estas páginas late un modo de vivir, toda una cultura, con sus más y sus menos, a la que somos transportados de manera entretenida, pero también reflexiva, dejándonos decidir que fue mejor del tiempo pasado y qué pudo ser mejor. Gracias, Virginia Samos, por depararnos una lectura que nos conmueve con sencilla profundidad y una profunda sencillez.
Gabriel Chávez Casazola