Reseña

He organizado esta colección de crónicas a partir de cinco ejes, cinco modalidades de fracaso. El capítulo I, “Oír para recordar”, recupera relatos guiados por la escucha: de un romance que nació con huayño zapateado y murió en la carretera a la memoria de un embarazo en días fronterizos; de la locuacidad temeraria de Andrés Calamaro toreando a Santa Cruz al lamento de una madre migrante que daría un ojo por su hijo. El capítulo II, “Ir para contar”, aglutina escritos atravesados por viajes que persiguen personas y hechos tan arbitrarios como los herederos políticos de Evo Morales, la renovación generacional en un Carnaval, el protagonismo cultural de las cholas y las estrategias de sobrevivencia alimentaria en el campo. El tercer capítulo, “Ver para guardar”, desnuda uno de mis vicios menos tratables, el cine, en textos que reconstruyen accidentadas visitas de estrellas de cine –como Werner Herzog, Oliver Stone y Gael García Bernal– a Bolivia y siguen la solitaria campaña del último militante del cineclubismo. El cuarto y último capítulo, “Hinchar para sentir”, hurga en otra de mis enfermedades, el fútbol, en la que caigo narrando mi frustrado debut con la Verde en el estadio Hernando Siles, evocando mi graduación como wilstermannista y espiando a unos futbolistas colombianos atrapados por la pandemia de COVID-19 en Cochabamba.