Tenemos pechos de bronce
“Tenemos pechos de bronce, pero no sabemos nada”. Con esas palabras, Francisco Chipana Ramos, el presidente del congreso indígena de 1946, ponía en claro la gran paradoja de la futura Revolución Boliviana (1952): su fuerte nexo con el origen indígena del país, pero, a la vez, su indefensión ante un mundo incierto y complejo. Para este tiempo, Franz Tamayo ya había avizorado lo mismo cuando recordaba que teníamos el carácter, la energía y el temperamento, pero que nos faltaba el conocimiento.
Este libro recupera aquella senda reflexionada durante la primera mitad del siglo XX. Chipana Ramos sigue recordando que sin memoria no hay historia y que sin la fortaleza del trabajo del pueblo y su valentía no será posible enfrentar el futuro. Asumía entonces la posesión de “pechos de bronce”, pero también la ignorancia frente a un mundo que se abre y se desconoce. Con esto Chipana planteó la pregunta de si la Revolución, además de reflejar su localismo, podría trascender sus circunstancias y vivir los avatares inciertos del progreso, que su misma profecía demandaba. Con ello, Bolivia se abrió al mundo moderno.