Reseña

En este cuaderno de viaje, Claudio Ferrufino-Coqueugniot parte desde Finisterre —ese fin del mundo cargado de simbolismo— para recorrer geografías interiores y exteriores. A través de ciudades europeas marcadas por el paso de la historia y el peso de la memoria, el autor entrelaza el relato de su travesía con evocaciones personales, lecturas, encuentros, despedidas y paisajes que cobran vida en la escritura. Este no es solo un diario de viaje: es también una reflexión crítica, una bitácora del exilio, una elegía por lo vivido y lo perdido.
Lo que distingue a este libro no es únicamente la agudeza de sus observaciones o la profundidad de sus referencias culturales —que van de Dostoievski a Cunqueiro, de Goya a John Cage; desde Stevenson a Borges, de Dostoievski a John Cage—, sino la forma en que todo ello se transforma en materia literaria. La escritura avanza como una corriente que se desborda, donde lo íntimo y lo histórico se funden con naturalidad. Ferrufino-Coqueugniot logra que cada fragmento de vida, cada lugar, cada pensamiento se vuelva literatura, sin caer en lo anecdótico ni en la mera crónica.
Pero sobre todo, este libro deslumbra por su lenguaje. La prosa del autor es densa, rítmica, hipnótica, de una fuerza poética que convierte cada página en un espacio de resonancia sensorial y emocional. Con un dominio notable del ritmo, la imagen y la cadencia, Ferrufino-Coqueugniot escribe como quien canta, como quien invoca, construyendo un texto que se saborea, que se escucha, que se vive. Leer El viaje comienza en Finisterre es aceptar una invitación a caminar por una geografía verbal única, donde la palabra no solo nombra, sino que transforma. El autor no solo narra el mundo, lo piensa y lo reinventa, invitándonos a acompañarlo en esta deriva lúcida y conmovedora.