El último presidente
El último presidente, libro que en tus manos tienes, no es una obra biográfica, ni mucho menos. La sugerente enfatización del título con la frase de la distopía a la racionalidad nos lleva a pensar en la posibilidad de estar viviendo un escenario antiutópico y quizás su fatal desenlace, invitándonos a descubrir cómo, a través de la razón, seríamos capaces de transitar del dominio de la figura de esa máxima autoridad que representa todo el poder y control del Estado –a la que tan acostumbrados estamos como “única realidad posible”– a una nueva realidad desmarcada de la irracionalidad del sistema de ejercicio del poder que permite a la “autoridad” someter a sus gobernados a designios que, históricamente, aportaron muy poco para lograr verdaderas condiciones de bienestar y desarrollo.
La novela-ensayo profundiza el tema a través del protagonista que, de un modo inesperado en un encuentro fugaz, trastoca su propia y apacible, aunque rutinaria existencia, viéndose ante “otras existencias”, las de los invisibles de la sociedad, provocándole una profunda reflexión sobre las causas de la marginalidad de aquellos individuos anónimos, integrantes de la sociedad, pero absolutamente disociados de ella. Al hacerlo, sus cuestionamientos se vuelcan a una exhaustiva investigación en el intento de comprender e interpelar esta realidad, pero también de encontrar una respuesta racional, una salida que nos permita, como sociedad, vislumbrar un verdadero cambio para un mejor futuro.
La investigación del protagonista abarca a cada uno de los factores que se arremolinan en torno al poder: El deber-ser del Estado, las leyes, la representación política, la administración, la autoridad y la justicia, que en conjunto enajenan a la sociedad y crean engañosos paradigmas sobre el ejercicio del poder. A la vez, desmitifica razonablemente, a las clases sociales y a la seguridad social, aprisionadas políticamente, mediante consideraciones socioculturales y económicas que terminaron confundiendo y condicionando, ideológicamente, el cumplimiento de las verdaderas funciones y número de las clases, y, la real y evidente riqueza social.
En este sentido, el último presidente es una obra que intenta hacernos ver que una realidad diferente y mejor es posible, y no solo un sueño, si somos capaces de despertar del letargo, de tomar conciencia y comprender que la respuesta está en nosotros mismos, que la inclusión, los derechos y la justicia no son una cuestión ideológica ni de poder, que la autoridad no es solo el dictamen vertical y que nuestro futuro no debe estar en manos de los gobiernos, sino de la propia sociedad institucionalizada, dentro de un Estado de poder compartido.