Reseña

Desde el vacío, la ausencia, las palabras gastadas y desde la presencia efímera de un él, la escritura de Mónica Navia sale al encuentro de la palabra, una palabra que también le es esquiva, porque es sólo espejismo, reflejo, hueco o negación.
Es interesante aquí la tensión que se crea entre palabra y lenguaje como un espacio para la escritura, para “la obra” en “la ribera del lenguaje”
De esos ecos y “cantos no escuchados” emerge una presencia, un tú que es enigmático, oculto pero engendra el contento y, aunque tímida y fugazmente, permite vislumbrar el nosotros. Pero lo que amuralla la escritura parece ser la identidad que –aunque móvil, en devenir y en constante incorporación – se constata, se verifica y se investiga desde la interior voz del yo, desde la rutina cotidiana, pero también desde afuera con la tercera persona.