Las huellas del jaguar azul
Autor: | Fundacion Simon I. Patiño |
La poesía debe llegar al ser humano desde que es un niño, verso a verso, palabra a palabra. El pequeño tiene que sentir el mundo a través de la poesía: los olores, los sabores, el paisaje, la ternura, el amor, la equivocación, la belleza, el perdón.
Suya debe ser la nieve, suya la cordillera y el silencio azulado que en sus alturas se congela como lo quiso Oscar Cerruto. Su corazón debe querer ser árbol, luego estrella y ascender a tanto hasta llegar a ser el niño que es, como lo soñó Alberto Guerra. Y también debe querer ser un violín roto, un marco de cuadro viejo como lo pensó Luis Luksic. Debe sentir que la ciudad es su casa, su nido, su nodriza, su madre y su leche como la sintió Blanca Wiethuchter. Tendría que ser el intermediario entre la música del grillo y el ulular del viento helado como lo es Julio de la Vega… y sentir, como dice Juan Carlos Orihuela, que la poesía es algo en ese niño, algo central, azul, elemental donde habitan la posibilidad y la presencia.