Reseña

¿Integral, aparente, patrimonial, corporativo, prebendal, plurinacional?
Estos son sólo algunos de los muchos adjetivos que han sido usados, en las últimas décadas, para describir el Estado en Bolivia. Desde una antropología de la inseguridad urbana, Daniel M. Goldstein propone en este libro una nueva caracterización: el Estado como una entidad espectral, un fantasma frente al cual “la gente se siente al mismo tiempo abrumada y abandonada, simultáneamente oprimida e ignorada, en una relación básica que se ha mantenido sin modificaciones sustanciales por lo menos desde el periodo neoliberal hasta hoy, y que no muestra señales de cambio pese a las transformaciones de la configuración política nacional”. Y añade: “Sobre lo que quiero llamar la atención aquí es la manera en que el Estado de Bolivia –incorpóreo, a veces aterrador, siempre intermitente en los bordes de la percepción-, sus leyes e instituciones, acechan los márgenes urbanos para provocar que la gente se sienta más, y no menos, insegura. Philip Abrams describió al Estado como una máscara, una ilusión que oculta la realidad básica de que no hay un `ahí-ahí`, ningún sujeto estatal escondido detrás de las formas estatales. Es esa vacuidad fundamental, envuelta en la parafernalia de las reglamentaciones, la que llamo el Estado Fantasma. Es un repertorio de formalidades, codificado en la ley y la administración, que sólo se hace presente intermitentemente en la práctica cotidiana, y que restringe ciertos tipos de comportamiento mientras se hace de la vista gorda con otros”.