Reseña

La manzana dorada nos remite al paraíso, al edén donde, durante un tiempo muy corto, fuimos completamente felices. Ese paraíso, para Gigia, es la infancia, esa edad en la que vivíamos sin recuerdos y sin olvidos ya que eran instantes donde existíamos sin frenos interiores y en plenitud. El paraíso es el lugar donde el tiempo no transcurre y lo recordamos con nostalgia –palabra que cruza todo el poemario- y es también el lugar donde partimos para emprender el viaje de la vida, siendo la misma vida el mapa de nuestro existir.
Es un poemario urbano donde la ciudad tiene una presencia casi física como si la ciudad pudiera propiciar el reencuentro con una misma, en sus lugares mágicos vestidos por la noche, el lugar donde lo cotidiano se tiñe de las horas y de los días pasados en el edén.