Reseña

Asistir al propio dolor… llegar al borde de los contornos desgastados de la piel, dimensiones imperfectas de heridas viejas, grietas adormecidas por “pequeñas venganzas” que se te incrustan en lugares impensados.
Escuchar un cuerpo, un silencio, un llamamiento tan parecido a los rincones de oscuridad que guardamos dentro de nosotros mismos, ese miedo al desencuentro que fragmenta, condición sombría de la ausencia que desaloja al propio ser.
César Antezana conjura la soledad, prolonga la experiencia del deterioro en el vértigo de un dolor en transformación, confunde fragilidades, desencuentros, murmullos nocturnos que intentan escapar casi sin respirar. Se interna en espacios secretos, donde nadie te distingue pues no te diferencias de la crueldad, esa crueldad que hiere y gusta a la vez.